En esta entrada me gustaría hablar de un recurso estilístico que está muy extendido y que muchas veces hemos usado y leído, pero que pocas veces hemos analizado. A veces incluso lo hemos usado sin saber que lo estábamos usando: la metáfora de situación.

Empezaremos recordando la definición de metáfora que nos da la RAE en su versión digital a día de hoy: «Traslación del sentido recto de una voz a otro figurado, en virtud de una comparación tácita, como en las perlas del rocío, la primavera de la vida o refrenar las pasiones.». Tranquilos que yo traduzco: Transvasar de un término a otro de la metáfora alguna de sus características comunes. En el ejemplo de las perlas del rocío, estamos trasladando el brillo y el valor estético de una perla a una gota de rocío.

Partiendo de esa definición, una metáfora de situación será aquella metáfora en la que los elementos comparados sean situaciones. Muchas veces la comparación no será explícita, sino que el lector realizará esa conexión mediante la cercanía de las dos situaciones. En el relato «Conservación» de Raymond Carver, por ejemplo, se habla de la situación sentimental de una pareja y su posterior deterioro hasta la ruptura utilizando como metáfora de situación una nevera que se estropea. La nevera nunca se compara con la relación de manera directa, pero es la nevera que la pareja comparte en la casa, por lo que la metáfora en este caso funciona por continuidad o proximidad. Yo escribí un relato en una ocasión utilizando el regalo de una cámara de fotos para hablar también de la situación sentimental de una pareja. 

Pero no solo de parejas vive el hombre. Muchas veces podremos usar personajes o lugares como metáfora de situación, no solo objetos. Por ejemplo: Los viajes de Gulliver (de Jonathan Swift) nacieron como una metáfora de situación en la que se hablaba del momento político de Inglaterra. La literatura fantástica utiliza a menudo esta técnica para hablar de la realidad de una forma indirecta; bien sea por la censura (en el caso de Swift), por una opción estética, o para poner un ejemplo de hasta dónde se podría llegar con determinada situación (por ejemplo muchas distopías como 1984 de George Orwell o El cuento de la criada de Margaret Artwood).

Aunque hay que matizar que las distopías no son metáforas de situación puras (hay incluso quien piensa que no son metáforas de situación en absoluto) puesto que en muchas de ellas no tenemos el otro término de la metáfora (en este caso nuestra sociedad, que es con la que se compara la sociedad distópica) dentro de la obra. No podría quitarles la razón a los que pensaran así, sinceramente, pero las incluyo porque me parece que guardan muchas semejanzas con la metáfora de situación.

¿Por qué un escritor podría elegir la metáfora de situación por encima de describir una situación de forma directa? Por la misma razón por la que un lector elige leer Romeo y Julieta por encima de un tratado de psicología sobre el amor adolescente. La literatura funciona como los ejemplos en la teoría. Es decir, hace que el tema, aquello de lo que el autor quiere hablar, le llegue con mayor intensidad y calado al lector que si se lo transmite directamente.

Las metáforas de situación nos evitan, como escritores, el tener que acudir a explicaciones tediosas de nuestro narrador. Explicaciones que corren el riesgo de ahogar nuestra historia y de hacer que pierda toda su intensidad y toda su capacidad emotiva. Además, como lectores, una explicación puede hacernos dejar de confiar en el lector por hacernos sentir tontos o incapaces de comprender por nosotros mismos de qué nos está hablando el texto.

Este recurso, además, sirve para potenciar y reforzar la trama y el tema de las historias que estamos tratando. Si, por ejemplo (el primer ejemplo que se me viene a la cabeza, más bien), queremos hablar del racismo y creamos una sociedad en la que cada persona tiene la piel de un tono totalmente diferente e introducimos dentro a un ser humano de nuestra sociedad, cualquier discriminación racial que encontremos nos va a llamar más la atención y va a reforzar más el tema.

Es decir, recapitulando: que una metáfora de situación nos permite hablar de una situación sin aludir a ella directamente, lo cual aumenta su intensidad; además nos evita dar explicaciones narrativas que pueden alejar al lector; y, por último, nos ayuda a reforzar la trama y el tema de nuestra historia.

Como vemos, las metáforas de situación son unas aliadas excelentes, pero hay que tener cuidado. ¿Cuidado con qué? Principalmente con dos cosas: Hay muchas metáforas de situación que han sido empleadas hasta la saciedad y que debemos evitar por resultar tópicas (por ejemplo una pareja que observa a otros personajes que discuten o que ven o hablan sobre algo que refleja su propia situación sentimental). Y también hay que tener cuidado con una metáfora mal construida (y aquí no me refiero solo a metáforas de situación), porque puede producir el efecto contrario y hacer sentir al lector que se encuentra ante un texto no depurado y poco trabajado, quizás escrito por un principiante que intenta imitar el estilo o las herramientas de sus maestros. Y no queremos eso (no al menos cuando no estamos practicando, claro).

Aun así, en la balanza, sigue pesando mucho más lo positivo y desde aquí os animo a incluir alguna metáfora de situación cuando estéis revisando vuestras historias (es más fácil hacerlo a posteriori, cuando ya sabes seguro lo que quieres contar). También a encontrarlas y a estar atentos a ellas cuando aparezcan en las historias que leéis. Poco a poco le cogeréis el tranquillo.

¿Habéis usado el recurso alguna vez de manera inconsciente o consciente?, ¿lo habéis descubierto en algún texto que yo no haya nombrado?, ¿os parece útil?, ¿lo vais a poner en práctica? Decídnoslo en los comentarios.

Aprovecho para despedir el blog hasta el mes de septiembre. Durante el mes de agosto, el equipo se tomará unas merecidas vacaciones en las que estaremos pensando ya en nuevos contenidos que traeros y con los que entreteneros durante el próximo año escolar. Pasad un buen, literario y fantástico verano.