Ayer un amigo mío me preguntó, mientras tomábamos unas cañas, que cuál sería el libro de mi estantería que salvaría de un incendio. Habíamos estado hablando ya un rato de libros y nos habíamos preguntado por el libro que te llevarías a una isla desierta, por el que leerías de nuevo si solo pudieras leer un libro más, por el que leerías una y otra vez si solo pudieras leer uno, por el que salvaríamos de un ataque extraterrestre para el futuro, etc. Me encantan esas conversaciones y me encanta la cerveza con amigos, eso es innegable.

Pero, aunque todas esas preguntas parecen iguales, no lo son; y la que más me costó responder fue, sin duda, la del libro que salvaría de un incendio. Para responder a esa pregunta tenía que debatirme entre varias variables. La primera era que el libro, obviamente, debía estar en mi posesión. Decidimos eliminar de la ecuación los libros que tengo en formato digital porque dimos por supuesto que también cogería el ebook en caso de incendio. La segunda variable era de carácter emocional. Era importante que el libro significara algo para mí ya que de otro modo podría adquirir otro ejemplar después del incendio sin problema, por lo que no solo hablamos de un libro que me haya gustado mucho, sino de un ejemplar concreto que signifique algo físicamente para mí. Cuya posesión no sea igual en otro formato u otra edición.

Por eso esta pregunta es diferente a las anteriores. En la isla desierta o en el libro que solo se puede leer una vez prima la lectura, el contenido del libro, mientras que en esta otra pregunta era principal que el ejemplar en concreto fuera valioso. Por supuesto en ningún momento tuve en cuenta el valor monetario del ejemplar en concreto. De hecho, dudo que tenga ejemplares de libros que pudieran llegar a valer más de lo que me costaron en su día.

El caso es que tras darle muchas vueltas le dije a mi amigo que tenía tres finalistas y que no estaba seguro de poder elegir uno de ellos. La causa de mi indecisión era que cada uno de esos libros me había afectado y significado algo muy importante para mí en un momento concreto de mi vida y de mi carrera como escritor, por lo que sería un poco injusto juzgar y elegir desde mi perspectiva actual.

Los tres libros que había elegido fueron: Lumbánico, el planeta cúbico de Cristina Alemparte y Margarita Menéndez; Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite y ¡Absalón, Absalón!, de William Faulkner. Los tres están colocados en el orden cronológico en el que llegaron a mi vida y me afectaron. A continuación voy a hablar un poco de ellos aprovechando la excusa de la pregunta para recomendaros su lectura:

Lumbánico el planeta cúbico

Se trata de un libro infantil perteneciente a la colección de «El barco de vapor» a la que era tan asiduo de pequeño. Mi abuelo materno siempre me compraba algún libro de la colección cuando llegaba mi cumpleaños. Era una pequeña tradición entre nosotros que se perdió cuando crecí y, estúpido de mí, empecé a preferir dinero. Este ejemplar en concreto fue el primero que recibí de él y formaba parte de un paquete de libros que me habían dejado los Reyes Magos en casa de mis abuelos. Ni que decir tiene que el valor sentimental de este ejemplar concreto es incalculable. Ni siquiera se lo dejaba leer a mis hermanos por miedo a que me lo rompieran. Creo que es el libro que más veces he leído en mi vida.

El libro cuenta la historia de un planeta cúbico en el que cada cara del cubo tenía una estación climática concreta. Los habitantes de cada cara debían trasladarse volando entre cara y cara cada determinado tiempo para cambiar de estación. La historia cuenta las aventuras de un grupo de chicos que se saltan el cambio de estación para explorar los misterios que se esconden en las aristas del planeta, una zona montañosa supuestamente deshabitada.

Se trata de un libro de aventuras muy recomendable que recuerdo con mucho cariño. Además, también recuerdo que durante una de sus lecturas fue cuando fui consciente por primera vez de que yo quería que alguien se maravillara con mis historias como yo lo hacía con el libro. De ahí me viene la fantasía, la maravilla y esa fascinación por crear mundos que Tolkien y Rowling potenciarían.

Nubosidad variable

Este ejemplar concreto representa una de mis primeras rebeldías contra lo recomendable. Carmen Martín Gaite es una escritora que siempre me ha gustado y a la que no me importaría parecerme a la hora de escribir. Sin embargo, cuando empecé a escribir, siempre se me dijo que era mejor si buscaba otros ejemplos u otras aspiraciones más elevadas, más literarias (sigo sin saber muy bien qué querían decir con eso algunos de mis compañeros). El caso es que yo conocí a Martín Gaite en la universidad con La reina de las nieves (que también recomiendo) y desde entonces mi relación con la autora ha sido de auténtico flechazo.

Tanto escuché hablar mal de la autora, que una tarde, después de una conversación especialmente irritante, me fui a una librería y me compré Nubosidad variable y me lo llevé a un viaje que comenzaba al día siguiente. Ese viaje fue espectacular porque era la primera vez que salía solo del país y era la primera vez que iba a compartir mi trabajo como escritor con otros artistas de toda Europa. Como soy algo retraído y el libro es una maravilla, me lo comencé y me lo acabé en aquella semana de julio que pasé en Turín. Solo soltaba el libro para ponerme a escribir de tanto que me inspiraba.

Una de las principales características por las que yo considero que un libro es especial es si me dan ganas de ponerme a escribir mientras lo estoy leyendo, si es inspirador para mi propia escritura. Los tres libros seleccionados cumplen esta función, pero ninguno me dio un resultado tan prolífico como este de Martín Gaite.

¡Absalón, Absalón!

Por último, el libro de Faulkner llegó a mi vida cuando comenzaba a formarme como escritor. Ya había jugado con las técnicas narrativas y en ese momento empezaba a ver las posibilidades innovadoras que se abrían ante mí si decidía saltarme algunas de ellas. Lo que de verdad podía hacerse con la palabra. Tanto este libro como Pedro Páramo, de Juan Rulfo, hicieron que mi cabeza estallara en mil pedazos. Para mi estos dos libros representan una manera libérrima de contar una historia, una manera personal y totalmente atractiva de romper con las normas estilísticas y gramaticales. Y, por supuesto, mientras leía la novela de Faulkner, no pude parar de escribir.

Recuerdo especialmente una parte en la que un personaje paraba a otro que le estaba contando una historia para inventarse él el resto, como si hubiera estado allí, como si hubiera formado parte del recuerdo del otro personaje. Me pareció fascinante. ¿Por qué iba a ser más cierto el recuerdo del personaje que la invención del otro? Este ejemplar concreto me recuerda a mi formación primera, a mi ingenuidad como escritor y a las posibilidades que se abren ante mí cuando dejo que la literatura fluya.

Estos son los míos, al final no pude quedarme con uno solo (bastante me costó no elegir más de tres). ¿Vosotros seríais capaces de elegir uno solo?, ¿qué valor tendría para vosotros ese ejemplar?