Cuando estamos en el colegio nos enseñan que un texto debe tener coherencia, concisión y continuidad. En general, en clase, nos lo cuentan para que lo apliquemos a nuestros textos académicos y para que analicemos los escritos de otros, pero lo cierto es que esas tres mismas características son muy importantes en un texto narrativo.

Hoy, en concreto, me gustaría hablaros de la segunda de ellas: la concisión. La que más problemas me da cuando escribo. Pero antes de ponerme con mis lloros y quejas, vamos a ver a qué me refiero cuando hablo de concisión.

La concisión es la característica mediante la cual un texto expresa un concepto complejo utilizando para ello el menor número de palabras posibles. Entendemos, por tanto, que las palabras empleadas deben ser extremadamente específicas y deben estar seleccionadas con cuidado.

La palabra exacta, Itinerario de Literatura Fantástica, Terror y Ciencia Ficción, Escuela de Escritores,-IMG2-33

Es típico que cuando se comienza a escribir se den muchos rodeos para expresar una idea que podría ser más potente expresada en una sola frase. Tendemos a pensar que a mayor número de palabras, mayor calidad y no es así. Para que un texto suene literario, pensamos, debo poner muchas palabras, palabras que suenen grandilocuentes, además, que demuestren todo lo que sé y lo elegante que escribo. No suele ser una buena idea. Es más que probable que el lector no se deje cegar por nuestra aparente brillantez. Al contrario, es casi seguro que piense que ocultamos nuestra ignorancia a través de mucha palabrería. Si hay algo peor que la pobreza de léxico es la pretensión y el emplear palabras que suenan a culto cuando no son exactas o no son adecuadas al discurso. Nunca olvidaré, por ejemplo, cuando me las quise dar de listo y confundí roer con raer.

Por supuesto, habrá veces en las que, como escritor, te interese que haya cierta redundancia o cierto rodeo en aquello que expresas. Ya sea por una cuestión estilística, de ritmo o argumental. En ese caso, evidentemente, la concisión estará en lograr ese efecto buscado con las palabras necesarias, sin necesidad de marear de más al lector.

La palabra exacta, Itinerario de Literatura Fantástica, Terror y Ciencia Ficción, Escuela de Escritores,-IMG1-121

Cuando he explicado el concepto de concisión, he hecho alusión también a la precisión porque son don conceptos que van de la mano. Para lograr esa optimización de palabras (mejor resultado con el menor número de ellas), es necesario que cada palabra sea exacta y que su significado sea precisamente el que estamos buscando. Por eso huiremos de palabras polisémicas todo lo posible.

Otro ejemplo de falta de precisión es emplear las palabras baúl de las que ya os hablé en este otro artículo. Decíamos en el artículo que las palabras baúl o los verbos comodín eran palabras que perjudicaban la concreción de un texto y, por tanto, la visibilidad. Aquellas palabras (como «cosa» o el verbo «hacer») empobrecen el lenguaje y dificultan la lectura.

Fijaos que cuando fallamos en la concisión estamos perjudicando nuestro texto porque hacemos más complicada (innecesariamente, no porque busquemos esa complicación) la experiencia lectora: aburrimos al lector, no transmitimos claramente los conceptos y perjudicamos la concreción y la visibilidad. Son razones más que suficientes para prestarle atención a lo que escribimos.

La palabra exacta, Itinerario de Literatura Fantástica, Terror y Ciencia Ficción, Escuela de Escritores,-IMG3-126

Vale, ya nos hemos asustado y ya tememos la falta de concisión. ¿Ahora, cómo resolvemos el problema? En realidad, no es tarea sencilla, no hay trucos de magia. Lo que puedo daros son algunas directrices para que poco a poco este concepto os vaya importando más y le prestéis más atención. Dicho esto, ¿qué podéis hacer para ganar concisión en vuestros textos? Leer. Leer mucho. Relato y poesía, sobre todo. En estos dos géneros, es normal que cada palabra cuente más que en una novela. El trabajo de relatista siempre me ha parecido más complicado que el de novelista precisamente por eso. En los relatos se nos muestra todo un mundo contenido en un solo ejemplo. Como la huella intuye al animal. El relato sería la huella. Y todo el animal debe estar contenido en ella. Leer relato nos ayudará a aprovechar el espacio narrativo al máximo e interiorizar los ritmos y los tiempos clásicos del texto corto.

Evidentemente, escribir relato también nos ayudará a ello. Muchos de mis alumnos se quejan de que en las propuestas de trabajo les pongamos un límite máximo de palabras. No solo lo hacemos para que dé tiempo a que todos los alumnos intervengan en la clase, sino porque es un excelente ejercicio para dominar la concreción. Una vez lo hayamos interiorizado, si queremos, podemos pasar a textos más largos. Cuidado que con esto no estoy diciendo que el relato sea un género de aprendizaje. Para nada. Solo digo que os puede venir muy bien para ello.

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En cuanto a la precisión, se trabaja de la misma manera, aunque no solo con los relatos. Es importante prestar mucha atención cuando se está leyendo y acudir al diccionario cuando no se entiende o se conoce una palabra. Tendemos a pensar que como ya somos adultos funcionales, dominamos nuestra lengua; nada más lejos de la realidad. No es ninguna vergüenza acudir al diccionario de vez en cuando. Es más, demuestra interés por tu herramienta de trabajo.

También es recomendable buscar algún diccionario de sinónimos (en papel o en Internet) para emplear mientras se escribe. Scrivener y otros procesadores de palabras tienen mil herramientas para contar palabras y seleccionar aquellas que sean iguales. Si detectamos que empleamos mucho una palabra, probablemente sea una palabra comodín que estemos utilizando en lugar de otra más precisa que, quizás, desconocemos.

Usar esas palabras nos ayudará a la concisión y también al enriquecimiento del lenguaje, pues normalizaremos y pondremos en común una palabra que, quizás, esté cayendo en el olvido y sea útil para nosotros.

Como siempre, la virtud está en el equilibrio entre la palabra precisa y adecuada al texto y emplear el término más rococó y anticuado del diccionario. Hay que estar atento, evidentemente, al tipo de narrador que tenemos, ya que no todos los narradores tienen el mismo registro y, por lo tanto, tendrán «permitido» usar el mismo tipo de palabras. Si lo hace, probablemente cause problemas de verosimilitud.

¿Qué opináis sobre este concepto?, ¿os habíais parado a pensar alguna vez en él?