Hoy me ha dado por abrir una vieja carpeta en la que tenÃa guardados los primeros relatos que presenté al grupo del taller de escritura en el que di mis primeros pasos. A veces lo hago para coger ideas, otras para subirme el ego y ver todo lo que he aprendido y otras, simplemente, por nostalgia de la inocencia con la que escribÃa. Al principio me daba un poco de vergüenza por el Alejandro de aquellas escrituras, pero ahora he aprendido a aceptarlo y tratarlo con cariño. Sin la valentÃa de ese Alejandro, no existirÃa el que hoy os escribe aquÃ.
Pero no es de la nostalgia ni de la vergüenza de lo que os voy a hablar esta semana (aunque no es mal tema para un post). Revisando esos textos, una de las cosas que más me han llamado la atención ha sido la cantidad de errores ortotipográficos y erratas que contenÃan esos relatos. Muchas, muchÃsimas, algunos sonrojantes. Es curioso porque sà que tengo la impresión de haber mejorado en mi escritura, sà que soy consciente de todo lo que ahora sé y, sin embargo, no tenÃa la menor idea de que escribiera tan mal (o de forma tan incorrecta) en mis inicios.
Es cierto que «técnicamente», la ortografÃa no tiene por qué deteriorar la calidad narrativa de un texto, pero sà que es cierto e innegable que predispone de una forma determinada al lector del texto. Yo suelo decirle mucho a mis alumnos que cuiden la ortografÃa porque «afea» el texto, da la impresión de poco cuidado, de poco revisado. También les advierto de que en la mayorÃa de los casos no es asÃ. Yo mismo, al releer los textos antiguos, no podÃa dejar de pensar en todo el cuidado y el mimo que ponÃa en su escritura, en la cantidad de veces que los releÃa y aquellas erratas siempre me pasaron desapercibidas. No tiene, por tanto, que ser un problema de dejadez del escritor, pero es la impresión que da.

Muchos alumnos, quizás yo también lo hiciera en el pasado, se escudan en que ese en realidad no es el trabajo del escritor. Argumentan que si ese texto algún dÃa llega a alguna parte, va a pasar por las manos de un corrector, que solucionará todos esos problemas. Y en parte es cierto, pero lo que ellos no saben, o de lo que no son conscientes, es de que un texto con faltas de ortografÃa tiene muy pocas posibilidades de llegar a algo.
Dudo que algún editor o algún jurado de concurso sigan leyendo una obra llena de erratas aunque la historia los esté cautivando. Es más, ya no me refiero aquà únicamente a los tÃpicos errores ortográficos de tildes, me refiero también a errores tipográficos como pueden ser el mal uso de las comillas, de las cursivas o de la raya de diálogo. Estos tres elementos, que pueden parecer superficiales, demuestran que el escritor desconoce las reglas de escritura del arte que pretende dominar. Si él no se ha preocupado en aprenderlas para hacer que su texto luzca lo más presentable posible, ¿por qué deberÃa molestarse un editor en publicar algo asÃ?
Eso se lo digo también a mis alumnos. Si ellos no se preocupan por cuidar lo que escriben (y muchas veces ya no me refiero solo a la ortografÃa, sino a dejadez en la escritura), ¿por qué iba a interesarnos a los demás?

No digo que un texto con erratas y despistes no vaya a llegar a publicarse, porque entonces muy pocas cosas se habrÃan publicado; sino que a mayor descuido orotgráfico, menores posibilidades de llegar a algún lado. Todo esto se multiplica si el texto está editado y puesto a la venta. Ya sea mediante autoedición o por editoriales descuidadas o tacañas con la corrección. En un taller de escritura es normal encontrar textos con errores, puesto que se escriben muchos ejercicios y se leen sin dejar tiempo al reposo y la reflexión, nadie paga por leerlos, es un proceso de aprendizaje; pero todo eso cambia cuando el texto ya ha dejado nuestras carpetas y llega a alguien que sà que ha pagado por el producto. Puede ser la última vez que ese lector confÃe en nosotros.
Los principales problemas ortotipográficos que podemos encontrarnos al comenzar a escribir son (al menos desde mi experiencia como tallerista): cambios en los tiempos verbales, tildes desaparecidas o, peor, mal puestas, mal uso de las rayas de diálogo y de las comillas, signos de apertura de exclamaciones e interrogaciones, cursivas, uso excesivo de onomatopeyas y desconocimiento de las normas de puntuación. Puede que estas últimas sean las que más perjudiquen a tu texto, puesto que un texto mal puntuado es imposible o muy difÃcil de leer. Curiosamente, este tipo de errores suelen ser los últimos en desaparecer cuando se aprende a escribir.

La mejor manera de trabajar estos errores y hacer que desaparezcan es leyendo mucho y, sobre todo, leyendo con atención. De ese modo entrenaremos el inconsciente para que los errores y despistes nos «suenen» mal sin necesidad de ahondar en la corrección durante interminables revisiones. Aparte de esto, hay muchos recursos, blogs y herramientas disponibles de forma gratuita y en lÃnea para que cualquier escritor pueda realizar consultas constantemente mientras escribe. En este aspecto, las que yo más uso son: la web de la RAE, la Fundeu (que además suele resolver dudas desde Twitter con bastante cercanÃa y facilidad) y el Diccionario Panhispánico de dudas. Yo personalmente intento ayudar en lo posible a mis alumnos en ese aspecto, pero es cierto que no entro en profundidad en ellos debido al foco de las clases y a la duración de las mismas, aunque opino que es necesario que el alumno sepa que debe trabajar en esa parte concreta de su aprendizaje.

Hay otros recursos más concretos, como cursos de Redacción y estilo, que implican ya un desembolso económico. De todos modos, son cursos que le recomiendo a cualquier aspirante a escritor y que a mà me ayudaron mucho a dejar atrás esa cantidad ingente de errores vergonzantes de mis primeros textos.
Decidas lo que decidas, sin duda, es muy importante que le prestes atención a este apartado si pretendes convertirte algún dÃa en un escritor profesional y quieres que otros profesionales te tomen en serio en el mundillo.
Buenos dÃas Alejandro:
Por pura casualidad he encontrado tu articulo, Estaba informándome, mediante vuestro anuncio, sobre los cursos de escritura para aprender a escribir y permiteme que te cuente.
Soy un hombre con muchos años, casi todos, y mi estudios sólo han sido los de la escuela primaria. A pesar de todo me siento triunfador en el ámbito laboral. Comencé como mecánico a los 20 años y me jubile de Director General a los 68. Ahora tengo 89. Soy aficionado a leer y con mayor afición y placer de astronomÃa, ciencia y tecnologÃa. Lo peor de todo, también soy aficionado a escribir, aunque he de confesar, que no muy bien.
Mi afición a la escritura, y a su mundo, me ha llevado ha publicar pequeños relatos en las RR.SS. y, para colmo, me he construido, yo mismo, un blog en Internet, www:blog de pepe arnau. Me gustarÃa que le ‘echaras un ojo’ y me dieras tu opinión antes de inscribirme en vuestros cursos. Quiero aprender a escribir de verdad. Gracias.
Saludos.
Buenos dÃas, José Arnau. Si tienes un interés por la escritura aunque sea pequeño, sin duda los cursos de la Escuela son interesantes para ti. Tenemos alumnos de todas las procedencias y todas las edades. Mucha suerte en la escritura 🙂