Durante este verano he estado leyendo algunos clásicos de la literatura griega debido a la documentación de mi próxima novela. Sí, he de reconocer que aún no había leído «La Ilíada» de Homero, ni «Las Metamorfosis» de Ovidio ni «La Odisea» (también de Homero), pero ya he puesto remedio. También me he acercado a otros textos menos conocidos, como por ejemplo «Las Argonauticas» de Apolonio de Rodas, pero no es eso de lo que os voy a hablar hoy.
El caso, leyendo «La Ilíada» me llamó la atención la aparición de unas sirvientas que se había fabricado el dios Hefestos en oro para que lo ayudaran en sus aposentos. Solo aparecen un momento en una mención. En la escena concreta, Hefestos está trabajando y acude a la llamada de la diosa Tetis, que quiere que le fabrique unas armas especiales para su hijo Aquiles (son las armas con las que posteriormente matará a Héctor). Os copio el fragmento en el que aparecen en la edición de Cátedra de 2004 de Antonio López Eire (Canto XVIII, 409-424):
«Colocaba los fuelles bien aparte
del fuego; y todas las herramientas
con las que trabajaba, todas juntas,
las recogió en un cofre de plata;
y con una esponja se enjugaba
el rostro por una y otra mejilla
y las dos manos y el fornido cuello
y el pecho recubierto de vello,
y se puso la túnica, y su grueso
bastón cogió y se fue, cojeando,
hacia la puerta, afuera;
y dos sirvientas por debajo de él,
de oro, iban bien raudas moviéndose
al servicio de su dueño y señor,
parecidas a muchachas con vida.
Tienen ellas sentido en sus entrañas
y, asimismo, tienen fuerza y voz
y, por don de los dioses inmortales,
son duchas en artísticas labores,
ellas que por debajo de su dueño
y soberano iban jadeando; »
He marcado en negrita las partes en las que se hacen mención literal a las sirvientas. Fijaos en lo que dice de ellas: dice que eran dos sirvientas de oro, por lo que estaban hechas de metal; dice que estaban al servicio de su dueño y señor, por lo que su cometido principal era servir a su creador; dice que eran parecidas a muchachas con vida, por lo que podemos imaginar una especie de C3PO femenino; que tenían sentido en sus entrañas, es decir, que comprendían y que tenían cierta autonomía de acción. Por último también nos dice que tienen fuerza y voz, por lo que pueden realizar tanto trabajos físicos como trabajos algo intelectuales o al menos con cierto grado de comunicación. Si esto no es un robot, la ciencia ficción nos ha engañado todos estos años.
Obviamente, una nota al pie de página me confirmó que no había sido yo el único, ni el primero, en darme cuenta del detalle, puesto que el traductor también consideraba que esas mujeres hechas de oro eran robots. De hecho, con una búsqueda sencilla en internet he encontrado varios artículos que hablan de esta curiosidad e incluso Javier Negrete la recoge en su novela «Señores del Olimpo». Como siempre, llego el último a todo, pero no podía dejar de comentar lo llamativo de la anécdota.
La primera vez que se hizo mención a los androides modernos con la palabra «robot» fue en la obra de teatro de 1920 «R. U. R. (Robots Universales Rossum)» del checo Karel Capek (del cual os recomendamos «La guerra de las salamandras» si es que no conocéis al autor o no lo habéis leído aún). La palabra deriva o bien del eslavo «esclavo» o «trabajo». El caso es que yo pensaba que Kapel, si bien no había sido el inventor del concepto, cosa que sí que sabía, sí que había estado cercano a su construcción. Por supuesto, yo también sabía que la idea de los autómatas no era moderna; los golems de la mitología hebrea, sin ir más lejos, podrían considerarse también robots, pero nunca hubiera imaginado que los primeros seres creados a partir de metal con vida propia se iban a encontrar en Homero. Los seres que aparecen en «La Ilíada» son muy parecidos a los robots que nos podíamos imaginar en la ciencia ficción clásica. Como es normal el concepto ha ido evolucionando y hoy en día se tiende a la idea de construcción de robots con tejidos orgánicos, pero hasta hacía unos años, la idea de robot pasaba por estar construido de metal.
Es cierto que las sirvientes que describe Homero no están creados mediante la tecnología, sino mediante la magia que posee el dios herrero, pero no deja de ser curioso que ya entonces tuvieran forma humana, supieran hablar y tuvieran cierta inteligencia al servicio de su creador.
Leyendo estos textos clásicos me he dado cuenta de la influencia que han tenido todos estos mitos y toda la literatura clásica griega para la formación del imaginario colectivo de occidente. Incluso para mucha de la iconografía de la religión católica. Desde luego considero que todo aspirante a escritor debería acercarse al menos una vez en su carrera a estos mitos. Yo renegaba de ellos porque sus historias son totalmente conocidas por todos, pero es deslumbrante encontrar pequeños detalles que reconocemos de historias posteriores. Además de encontrar otras muchas ideas que no han sido tan explotadas y que pueden servir para hablar de temas actuales o para expresar sentimientos que, por supuesto, siguen vigentes después de tantos siglos.
Supongo que la enseñanza que podéis sacar de esto como escritores de ciencia ficción o de fantasía es que la inspiración puede aparecer en cualquier parte y que siempre tendremos que sustentar nuestras ideas en una calidad narrativa lo más elevada posible, porque, como ya hemos visto, tu idea puede no ser tan original como te piensas, así que es mejor que tu texto se sustente en otras virtudes.
¿Conocíais esta curiosidad?, ¿habéis leído a los clásicos o los habéis usado alguna vez cono fuente de inspiración para vuestros propios escritos? Contádnoslo en los comentarios.
Muy buena, tocayo. Leí esa obra hace muchos años y no creo que me hubiera percatado de esa similitud con un androide.
He leído algunos clásicos: La iliada, Prometeo encadenado, Las fábulas de Esopo…. Sin embargo, los que me engancharon de verdad fueron los Diálogos de Platón. Gorgias es mi favorito de la serie de veintitantos. No tendrán mitología pero te hacen reflexionar para toda la vida.
Yo estoy deseando echarle el ojo a la Poética de Aristóteles. Al final siempre acabamos regresando a los clásicos. Muchas gracias por pasarte por el blog 🙂
cuanta energia proporsionaba ese robot
Bien lo sabía Homero 🙂