Cuando estamos leyendo un libro, lo ideal es hacerlo por el placer de hacerlo, por el disfrute de conocer los personajes y saber qué es lo que va a suceder en sus páginas. Para lograr eso, un escritor debe mantener un equilibrio complicado entre los sucesos importantes e imprescindibles en la historia y aquellos que son menos relevantes. Los dos tipos de sucesos serán importantes, por supuesto, pero digamos que nadie leería una historia que no tuviera hechos relevantes, que no significara nada para sus personajes. En ese caso hablaríamos de una crónica o de una estampa narrativa.

Esta división que todos los escritores hacemos de manera inconsciente, y que como lectores apreciamos y disfrutamos también sin darnos cuenta, la sistematizó Roland Barthes en su Análisis estructuralista del relato. En él aplicaba las teorías estructuralistas lingüísticas a la construcción narrativa. No voy a ponerme ahora a explicar por completo el análisis que realizaba Barthes en su obra porque nos llevaría demasiado tiempo y porque es un análisis interesante solo en niveles un poco avanzados de la escritura.

Eso sí, de dicho análisis me gustaría destacar dos conceptos: el de catálisis y el de núcleo y su utilidad para crear interés y tensión narrativa en nuestros escritos. En futuros artículos quizás use otros conceptos del análisis para potenciar el tema y la trama. Pero no adelantemos acontecimientos.

Barthes divide todas las acciones que suceden en un relato (uso aquí relato como narración, sin distinguir relato de novela) en catálisis y núcleos. Esas acciones, acontecimientos, sucesos, hechos, que aparecen en la novela se van a dividir según la importancia que tengan dentro del propio relato.

Los núcleos serían aquellas acciones totalmente necesarias para el argumento y que, si se cambiaran, harían que la historia fuera en otra dirección totalmente distinta. Imaginad que un personaje está regresando a su casa después de una guerra y al llegar a su hogar descubre que su pareja ha muerto, o que está con otro personaje. Enterarse de eso es un núcleo porque obligará a que el personaje cambie en algo su modo de vivir. No será lo mismo para el personaje descubrir que su pareja ha muerto que descubrir que lo han abandonado. La historia cambia si cambiamos el núcleo. Por supuesto hay núcleos más importantes y núcleos menos importantes que podríamos llamar subnúcleos. Por cada trama deberíamos encontrar al menos un par de núcleos principales, coincidiendo con los puntos de giro.

El resto de acciones o de sucesos que aparecen en la historia y que sirven para guiar al personaje entre un núcleo y otro se denominan catálisis. Usando el ejemplo anterior, el viaje que desarrolla nuestro personaje a casa es una catálisis porque no cambia el modo de actuar ni de ser del personaje y además puede sustituirse por otra cosa (nos da igual que vaya en burra o en tren) y la historia sigue siendo la misma.

Esto no quiere decir que las segundas acciones tengan menos importancia o haya que desecharlas de nuestras historias. No. Son totalmente necesarias puesto que tendrán funciones como las de mostrar verosimilitud y hacer visible la historia. El truco está en mantener un equilibrio adecuado entre las catálisis y los núcleos. Es ahí donde reside la diferencia entre una buena narración y una correcta. Pero este equilibrio es algo que probablemente solo podréis ver cuando os encontréis en la fase de revisión. Nadie puede plantear antes de ponerse a escribir cuántas catálisis va a introducir entre un núcleo y otro.

Lo que es más sencillo y recomendable de planificar es el número de núcleos. Sobre todo de núcleos principales. En una novela es recomendable planear cómo se va del primer núcleo al segundo núcleo. Esos dos núcleos serán los puntos de giro de la historia.

Además de esos, también podemos usar otros núcleos secundarios, que podemos llamar subnúcleos, para aumentar la tensión a lo largo de la novela y evitar así que la historia se estanque o entre en barrena. Por ejemplo: en una novela, es muy recomendable construir los capítulos de manera que acaben en un pequeño subnúcleo, con un suceso que cambie un poco la dirección del protagonista o vaya cambiando poco a poco su modo de pensar. El uso de estos núcleos vendría a ser un poco el de los cliffhangers, pero para la trama.

Si nos aseguramos de que cada capítulo comienza y termina con un pequeño núcleo, tendremos al lector interesado en nuestra historia de manera inconsciente. Eso sí, es recomendable, evidentemente, que esos núcleos más pequeños tengan relación con la trama principal y la vayan acercando poco a poco al final. Podríamos decir que estos subnúcleos de cada capítulo serían las catálisis que guían la acción entre el primer núcleo principal (primer punto de giro) y el segundo (segundo punto de giro).

También es recomendable que sean núcleos secundarios de manera evidente. Es decir, que tampoco es efectivo sembrar nuestra historia de sucesos y acciones importantes. Si la historia de un personaje va dando bandazos entre sucesos importantes y sucesos importantes lo que tendríamos sería el guion de una telenovela. Digamos que las telenovelas siguen esta norma de los núcleos, pero llevada al extremo. Suceden tantas cosas en los capítulos que cuando acaba una telenovela uno no sabe qué es lo importante de todo lo que ha sucedido a lo largo del tiempo.

Y por eso precisamente son tan importantes las catálisis. Jugar con ellas será lo que nos ayude a mantener esa tensión narrativa que hemos creado con los núcleos. Este concepto está también muy relacionado al de pregunta dramática. El primer punto de giro coincide con el primer núcleo principal y, también, con la apertura de la pregunta dramática, mientras que el segundo coincidirá con la respuesta.

Estos pequeños subnúcleos pueden plantear pequeñas preguntas secundarias que hagan que los lectores estén enganchados a nuestra historia y quieran saber más. Eso sí, en estos casos es importante siempre que le proporcionemos al lector en la medida de lo posible respuestas satisfactorias a las preguntas dramáticas planteadas y que ninguna de ellas sea más importante que la planteada en el primer núcleo principal.

Como veis, hay muchas maneras de generar tensión y mantener al lector enganchado a nuestra historia. Estas técnicas pueden ayudaros a la hora de planificar y a la hora de revisar un texto para apuntalar aquellas partes más flojas o menos interesantes (siempre que no inflemos el argumento por inflarlo). ¿Qué os ha parecido?