Hace pocos meses me volví a cambiar de casa. Con esta ya van cuatro casas distintas en las que vivo en los últimos cinco años, por lo que me estoy haciendo un poco experto en la materia de mudarme. No voy a hablar en el artículo del infierno que supone tener que empaquetar toda tu vida en cajas y llevarla de un sitio a otro ni el estrés que conlleva. Cuento esta anécdota porque siempre que me mudo me sucede algo que yo llamo «el síndrome de la mudanza» y que afecta a mi escritura.

Cada vez que me cambio de casa, el entorno en el que trabajo (sí, suelo trabajar desde casa la mitad del tiempo) y en el que escribo cambia. Aunque mantenga el mismo escritorio, el mismo ordenador, el mismo material de oficina y la misma silla, no es igual la orientación de la mesa, ni la habitación ni el ambiente: la tonalidad de la luz, la intensidad, los ruidos, etc.

Son cambios que afectan mínimamente a mi trabajo, pero con los que me cuesta lidiar a la hora de escribir. Hasta el punto de que puedo pasarme varias semanas sin ponerle una coma al proyecto que esté escribiendo en ese momento. No solo por el trastorno psicológico que me ha supuesto (que supone siempre) una mudanza y que afecta al proceso creativo lo queramos o no. No olvidemos que la escritura, aunque conozca el oficio e intente racionalizarla al máximo, es un proceso creativo subjetivo y, como tal, necesita de cierta estabilidad emocional y mental para desarrollarse.

No solo por eso, decía, sino porque somos animales de costumbres y cualquier pequeño cambio puede alterar nuestra concentración. Yo, por ejemplo, necesito de un entorno limpio y ordenado para escribir. Tolero ciertos ruidos ambientales siempre que no sean muy intensos ya que suelo trabajar con música, pero esos ruidos deben estar ya asociados al lugar en el que escribo. Por ejemplo si escribo cerca de una tubería y se escucha el paso del agua cada poco tiempo.

Siempre que cambiamos de entorno de escritura esos ruidos ambientales cambian. No hablemos ya del desorden y desorganización y suciedad que puede generar una mudanza. Sé que puede ser solo cosa mía, pero me cuesta ponerme a escribir sabiendo que aún tengo alguna caja sin abrir o algún cuadro sin colgar. En este mismo instante, a pesar de que ya hace casi un mes de mi mudanza, hay un mueble sin montar en la cocina que lleva gritándome un par de días para que guarde todo el desorden que se desparrama por la mesa.

Muy bien, Alejandro, comprendemos tu drama con la mudanza, pero, ¿qué tiene que ver eso conmigo? Pues mucho. No escribo este post para advertiros de que no os mudéis, sino para advertiros de la importancia de encontrar un espacio creativo constante y adecuado.

Y con adecuado no quiero decir que cumpla las condiciones que tiene que tener para mí, sino que sea adecuado para vosotros. Es decir: si a vosotros os gusta escribir por la noche, probablemente podréis hacerlo de día si el lugar que habéis elegido tampoco tiene mucha luz natural. Yo prefiero la luz natural, por eso mi mesa tiene que estar, en la medida de lo posible, cerca de una ventana.

Por supuesto, hay determinados consejos generales que sirven para aumentar la concentración y la eficacia de la escritura. Son los mismos que siempre recomiendan cuando uno está estudiando. La escritura no es igual al estudio y, por lo tanto, no funciona igual para todos. Mi consejo es que pruebes, mediante ensayo-error, hasta que des con la fórmula que te funciona. Algunos de estos consejos son:

  • Intenta que haya luz natural y que esta provenga de la parte trasera, pero de un lateral para evitar sombras. Si escribes a mano, lo ideal es que venga del lado opuesto al de la mano con la que escribas (izquierda si eres diestro y al revés si eres zurdo).
  • Intenta que tu lugar de escritura sea el más silencioso de la casa de manera natural (sin usar tapones, por ejemplo). Pero recurre a música, cascos de obra o tapones si no puedes evitarlo.
  • Procura que al alzar la vista haya pocas cosas que te distraigan. Yo tuve que cambiar mi mesa de sitio cuando aún vivía en casa de mis padres porque me despistaba mucho poder mirar constantemente por la ventana.
  • Trata de que en la mesa de trabajo haya el menor número de cosas posibles y que estas sean indispensables. Esta parte a mí ahora mismo me está volviendo loco porque la mesa es el único lugar en el que he podido encajar la impresora y el mamotreto me está comiendo media mesa por lo que estoy deseando aterrizar del todo para buscarle un nuevo emplazamiento.

Es verdad que no todos vivimos en una casa ideal en la que podamos disponer de un despacho tranquilo y luminoso para escribir, pero siempre puedes buscarte las mañas. Yo, que vivo en una casa bastante pequeña, intento esperar a que no haya nadie en casa para así minimizar al máximo las interrupciones y las distracciones, aunque muchas veces son inevitables. Como he dicho antes: ensayo y error son las mejores técnicas para conseguir el espacio ideal.

No me gustaría despedirme sin antes romper una lanza a favor del cambio de espacio para escribir. Es totalmente cierto que en la medida de lo posible es recomendable tener siempre una rutina espacial y temporal para escribir, pero habrá momentos en los que nos encontremos totalmente bloqueados con la escritura y que necesitemos darle un giro o un nuevo enfoque. Parece una tontería, pero cambiar de lugar de escritura, escribir en el salón en lugar de hacerlo en el cuarto (o al revés) puede ayudarnos a seguir adelante con esa escena tan compleja y a la que no conseguimos darle salida. También cambiar la postura con la que siempre escribimos nos puede ayudar a encontrar nuevos enfoques. Como siempre en la literatura, no hay fórmulas mágicas, lo importante es acertar con lo ideal para cada uno.