Una buena historia casi siempre suele tener una dosis de «emoción» que haga que el lector se quede enganchado, que siga leyendo y que quiera saber más de los personajes y del argumento. Eso que comúnmente llamamos «emoción», es lo que los escritores llamamos «tensión narrativa». Esta semana veremos las principales diferencias que podemos encontrar entre dos técnicas muy importantes para crear tensión narrativa: la intriga y el suspense.

Pero antes de comenzar con ello, vamos a aclarar a qué nos referimos exactamente con tensión narrativa. La tensión narrativa es aquel elemento narrativo que provoca dos reacciones en el lector: le genera una pregunta sobre los personajes o el argumento y, a la vez, también le crea un deseo de hallar la respuesta a dicha pregunta. La principal tensión dramática con la que vamos a jugar en nuestros textos será la que se genera entre el protagonista y su deseo. ¿Conseguirá el protagonista alcanzarlo? Esta pregunta, la generada en el lector al conocer el deseo del personaje, suele coincidir (y es recomendable que así sea) con la pregunta dramática de la novela. Tened en cuenta siempre que aquí estamos simplificando y que hablamos de argumentos más o menos canónicos. No todas las historias tienen por qué responder a este esquema.

Mientras el lector resuelve esa pregunta dramática esencial, es importante mantener su interés generando nuevas tensiones, nuevas preguntas. Por ejemplo, buscándole al protagonista un interés amoroso. De este modo, el lector pondrá en un segundo plano la pregunta dramática (nunca debe olvidarla, o estaremos haciendo mal nuestro trabajo) y se preguntará si el personaje conseguirá o no conquistar el amor de su interés romántico.

Debéis tener en cuenta que el equilibrio es muy importante a la hora de crear tensión narrativa. Si abrimos demasiadas expectativas o preguntas en el lector, este perderá el objetivo principal del texto y se sentirá perdido, abrumado o aburrido. Mi recomendación es que procuréis mantener siempre viva la pregunta dramática y que vayáis abriendo y cerrando expectativas a medida que avance la trama, sin tener muchas simultáneas abiertas a la vez. Como ya imagináis, en un relato, esto se reduce bastante, mientras que en una novela podemos encontrar muchas de estas técnicas para aumentar la tensión. Sobre todo, en la parte del desarrollo, que es la parte en la que suele decaer un poco la atención del lector por encontrarse generalmente «dormida» la trama principal.

Hay muchas maneras de aumentar la tensión. Veremos algunas de ellas en futuros artículos, pero hoy nos vamos a centrar en las dos principales: el suspense y la intriga. Quiero que las veamos juntas porque se parecen mucho y, en ocasiones, se confunden y se emplean como sinónimos. En realidad, lo importante para nosotros, escritores, es saber emplearlas correctamente para aumentar la tensión narrativa. Podéis llamarlas como queráis si las usáis de manera eficaz.

Comencemos con la intriga. La intriga es aquel elemento narrativo que aumenta la tensión narrativa gracias a la ocultación de información. O los lectores tienen más información que los personajes, o al contrario. De cualquiera de las dos maneras, hay que tener muchísimo cuidado para que el lector no se sienta engañado. Por ejemplo: un narrador en primera persona no debería investigar un crimen que ha cometido él mismo sin que nos diga que lo ha cometido. La ocultación de información debe ser natural. Pongamos algún ejemplo de los dos casos.

En el caso de que seamos nosotros, los lectores, los que tengamos más datos que los personajes: Imaginad que un personaje está engañando a su pareja y que esta llega a casa cuando el personaje amante está allí mismo. Ese personaje se meterá debajo de la cama y los dos personajes pareja se pondrán a charlar. Nosotros sabemos que el amante está debajo de la cama y cada palabra de la conversación cobrará un nuevo significado. Imaginad que el personaje engañado se sienta sobre la cama y comienza a descalzarse, imaginad que se le cae algo justo al borde de la cama. Todo esto aumenta la tensión, ¿lo descubrirá? En este tipo de intrigas se basan todas las comedias de enredos, por ejemplo, o la serie Modern Family en casi todos sus episodios.

Cuando somos nosotros los que tenemos menos información que los personajes, la tensión viene de querer saber qué es lo que sucede. Fijaos que en el caso anterior la tensión suele venir por ver si los personajes descubrirán o no lo que está sucediendo.  En este tipo de intriga se basan muchas novelas negras clásicas. Alguien ha matado a un personaje y nosotros queremos averiguar quién ha sido. Cualquier tipo de misterio que resolvamos en nuestras historias va a basarse en este tipo de intriga.

El suspense, por su parte, no se basa en la información que demos, sino en la violencia. El suspense es una promesa de que va a suceder algo violento o brusco. Imaginad que un personaje se prepara para acudir a una cita y antes de salir de casa coge una pistola y se la mete en el bolsillo. Ahí hemos generado una expectativa, una tensión narrativa muy alta que deberemos resolver. Cuando creamos suspense, el lector espera que se resuelva de una forma violenta. Si no sucede así, debemos construir muy bien el argumento y justificarlo narrativamente para que resulte verosímil.

Estas dos técnicas, el suspense y la intriga pueden combinarse. Por ejemplo: Imaginad que hay un personaje del que nosotros sabemos que es un pedófilo y vemos que se sienta en un parque junto a un niño, con el que comienza a hablar. El escritor no solo está generando tensión por la intriga de que el niño no sabe que ese hombre es una amenaza, sino que además está generando suspense porque la situación puede acabar de manera violenta. En este caso, la acción de sentarse en el banco es, a la vez, intriga y suspense.

Estas dos técnicas son muy útiles y las usamos prácticamente de forma automática gracias a que las tenemos interiorizadas del cine y la literatura, pero no viene de más analizarlas y saber diferenciarlas para que sepamos usarlas a nuestra conveniencia de manera eficaz. Espero que el artículo os ayude a hacerlo.