Deja que el viento se lleve mis cenizas es el primer libro de Inés Arias de Reyna que, como bien sabéis, es profesora de nuestro itinerario de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, Centauros más allá de Orión, y compañera de letras de este que os escribe. Deja que el viento se lleve mis cenizas ha sido publicada por la editorial Orciny Press en enero de 2021 y está prologado por Elia Barceló.

Tengo la suerte de conocer a Inés personalmente desde hace diez años, cuando entré como alumno a su curso de Literatura fantástica en Escuela de Escritores. Desde el primer momento hubo una conexión muy buena entre ambos ya que los dos teníamos una visión muy parecida de la literatura de género y de las técnicas narrativas, del trabajo duro y la humildad del aprendiz de escritor. En sus clases escribí la que se convertiría en mi primera obra publicada y la propia Inés fue mi madrina tanto en el prólogo como en la presentación de la misma.
¿Por qué cuento esto si de lo que quiero hablar es del libro de relatos que ha publicado? Pues por la sencilla razón de que Inés, su forma de entender la literatura y el trabajo, se encuentra desperdigada entre las páginas de este libro. Los nueve relatos que componen este libro de literatura maravillosa son un reflejo de Inés, de sus obsesiones, de sus ideas y de sus elementos imposible favoritos. La naturaleza, lo rural, la familia, la superación personal, las ondinas, las sílfides, las ninfas, la santa compaña, los bosques llenos de seres mágicos, etc. En el libro habla y se muestra Inés, pero siempre en un segundo plano, dejando que sus personajes nos enamoren y sus elementos imposibles nos maravillen. Y ese poso de verdad que hay detrás de los cuentos solo se consigue si el escritor ha dejado parte de su esencia en el libro, exactamente como hace Inés con Deja que el viento se lleve mis cenizas. Por eso es un libro tan personal y, a la vez, tan universal y tan verdadero.

También tuve la suerte de leer en su fase final de revisión. Recuerdo devolverle a Inés muchos relatos con apenas un par de anotaciones y un mensaje: «Deja de revisar, esto está perfecto». Y eso también se nota en el libro. El cuidado por la revisión y la precisión en los relatos. No hay ningún elemento superfluo o sobrante. Cada relato funciona como un mecanismo independiente contenido en sus páginas. Me he sorprendido encontrando palabras muy concisas, imágenes de gran precisión, que consiguen que el relato sea compacto, cerrado en sí mismo como una esfera. Inés ha pulido estos textos hasta dejarlos relucientes. Son un ejemplo maravilloso de técnica bien empleada, de cuidado al escribir y de preocupación por los detalles, por la atención mínima a la palabra. Un trabajo de precisión de toda una cirujana de las letras.
El prólogo de Elia Barceló habla estupendamente, mucho mejor que yo, de los relatos del libro. Es un prólogo de los que recomiendo leer antes de comenzar el libro, de los que no destripan el contenido ni te persuaden para tener una visión concreta durante la lectura. Coincido con ella en mi aversión a ese tipo de prólogos, que parecen más un análisis que una invitación a la lectura. No es el caso, el prólogo solo hace que tengas más ganas de adentrarte en los mundos presentados por Inés y demuestran el mimo con el que Elia ha leído los relatos del libro.

Todos los relatos del libro navegan entre la fantasía maravillosa y el realismo maravilloso, retornando a las raíces castellanas de los elementos imposibles y haciendo suyo un vasto folklore que algunos autores se empeñan en menospreciar en favor de una mitología nórdica que siempre va a estar más alejada de nuestra tradición literaria.
Los cuentos de Inés recuerdan a algunos cuentos de Ana María Matute, Carmen Martín Gaite o Josefina Aldecoa, actualizando sus elementos y sus motivos hasta acercarlos a nuestros días. Los cuentos tienen, además, la medida exacta para dejarnos con ganas de más, pero habiendo cerrado completamente la historia, haciendo gala, como hemos dicho antes, de una gran precisión en la estructura y en el lenguaje.

Me gustaría destacar algunos de los relatos, sin que ello signifique en ningún momento que los otros no merezcan la pena. Esta selección es puramente subjetiva y tiene que ver con mis gustos particulares. «Galletas de chocolate», «Me llamo Tormes», «Trenzas en la niebla» y «El bosque más antiguo del mundo» son mis favoritos, seguidos muy de cerca por «Arrorró», cuya ternura me hizo sonreír más de una vez durante la lectura. De los cuatro que he mencionado en primer lugar, me gustaría destacar la construcción de la atmósfera y el uso del vocabulario para generar el sentido de la maravilla. Los nombres de las plantas, los animales, los lugares, etc. Todo está al servicio, como en los mejores ejemplos de realismo mágico latinoamericano, de hacer que el lector se crea sin ningún problema que existen las ninfas, la santa compaña o un Breogán de arena. Y que además conviven con nosotros de la forma más natural posible. Hay algunos relatos en los que el elemento imposible se vuelve un poco oscuro, imprevisible, pero siempre permanece rodeado de esa belleza salvaje que podemos encontrar en la naturaleza misma.

Personalmente, me alegra mucho la publicación de este libro. No solo porque siempre alegre ver a compañeros alcanzar sus sueños, sino porque, conociendo a Inés como la conozco, esta publicación hará que por fin se cierre la carpeta de estos cuentos, trabajados durante tantos años, y eso deje a la autora mucha mayor libertad para ofrecernos otra horneada de historias maravillosas como las que Orciny Press pone a disposición del lector mediante su edición. Yo, que ya conocía estos relatos, solo puedo alegrarme de que este sea el primer libro, el primero de muchos que vendrán después y que nos traerán un poco de magia blanca a nuestras vidas.