El pacto con el lector es ese acuerdo tácito que se establece entre el lector y la obra narrativa en el momento de ponerse a leer. En él, el lector, que sabe que se trata de una obra de ficción y que, por lo tanto, nada de lo que se cuenta ahí es «verdad», si no, a lo sumo, una recreación subjetiva; el lector, decía, acepta fingir que cree lo que le vamos a contar y se va a interesar por ello como si fuera cierto. Ese pacto es lo que hará que el lector suspenda su credibilidad y se sumerja en el sueño de la ficción. Si lo rompemos, sacaremos de golpe al lector de la lectura y provocaremos, muy probablemente, que pierda la confianza en nosotros. Consecuentemente, eso puede provocar que nunca más vuelva a acercarse a nuestros textos, pues hay millones de libros y de autores dispuestos a ser descubiertos.

No quiero hablaros de la posibilidad de romper el pacto pese a que es algo muy importante (y prácticamente irrecuperable en los géneros de lo imposible, ya que le hemos pedido al lector que finja aún más que se crea cosas que no solo no han pasado, sino que es imposible que pasen nunca). Esta semana os voy a hablar de cómo podemos crear ese pacto con el lector y cuándo debemos hacerlo.

Como es lógico, el pacto con el lector se establece en el comienzo de la lectura, es decir, en las primeras páginas (primera si hablamos de relatos). Es imprescindible y recomendable que en las primeras ya presentemos los cinco puntos que vamos a ver a continuación. Al menos los dos primeros, puesto que serán los más importantes y los que deberemos mantener a lo largo de todo el texto. Con los otros aún se podría experimentar o atrasar un poco (un poco) su presentación, pero no es recomendable y menos para un escritor principiante.

Los elementos que firman y establecen el pacto del lector son estos cinco:

  • La voz narrativa: La voz narrativa es lo primero con lo que se va a encontrar el lector al empezar a leer (a no ser que comencemos con un diálogo o la voz de algún personaje). Esa voz le indicará el tono de la obra (si es distendido, grave, solemne, divertido, épico, etc.) y la perspectiva desde la que va a narrar el narrador (y también el tipo de narrador, claro). Es algo así como conocer a la persona que le va a contar la historia. Es importante no cambiar esta voz, puesto que eso supondría una ruptura en el pacto y un problema de coherencia muy importante.

  • El género: Puede que para los escritores de realismo este apartado les parezca superfluo, pero no lo es. Hoy en día debido a las colecciones y a las contraportadas es muy raro que leamos algún libro del que no conozcamos el género, pero, independientemente de eso, es importante que en la primera página el lector ya sepa el género al que se adscribe la historia. No hay peor decepción que la de encontrarte con una novela romántica cuando querías leer algo de terror vampírico. Los lectores, si no les informamos del género, van a hacerse sus propias expectativas en función de sus gustos y de lo que quieran leer en ese momento. Si esas dos cosas no coinciden con el género al que finalmente se adscriba la obra, puede provocar el rechazo del lector y el abandono de la obra. Recuerdo que me pasó algo así cuando leí «La dama del sudario» de Bram Stoker. La novela comienza como una historia de terror gótico con fantasmas y castillos, sin embargo, a la mitad del texto, el género cambia por completo y se convierte en una novela de aventuras con algo de ciencia ficción viejuna que, además, rechaza todo lo sobrenatural ocurrido hasta el momento buscando una explicación muy poco honrosa para ello. Menos mal que ya había leído «Drácula», si no, el señor Stoker se habría quedado sin lector.
  • La acción: Dentro de este apartado encontramos no solo la respuesta a: ¿De qué va la obra?, sino que también encontraremos la presentación de los personajes (al menos del protagonista) y un esbozo del conflicto. Es importante que el lector ya se empiece a oler la tostada de por dónde van los tiros de la historia. Este es el apartado que más se puede dilatar (sin pasarnos) en las novelas. El conflicto quizás no aparezca como tal en las primeras páginas, aunque no estaría de más que al menos se intuyera. Debemos saber quién va a realizar qué y por qué. Si cogéis cualquier primera página de vuestra novela preferida, vais a ver cómo podéis responder, aunque sea vagamente, a estas preguntas leyendo solo las primeras páginas.
  • El espacio: En la literatura fantástica y la ciencia ficción este apartado es muy importante. Si la obra se va a desarrollar en nuestro mundo y después vamos a viajar a otro, debe aparecer algo que haga intuir ese posible viaje (o la existencia del mundo). Fijaos que muchos libros, por ejemplo Harry Potter, comienzan con un «prólogo» que nos sitúa en el mundo en el que se desarrolla la acción a pesar de que Hogwarts no aparece hasta pasados varios capítulos. En el realismo pasa exactamente lo mismo y hay que cuidar los espacios porque si un lector espera una novela ambientada en la India y después ocurre en Toledo, puede llevarse un chasco tremendo y romper, de nuevo, el pacto con el lector.

  • El tiempo: En los relatos es conveniente que esto aparezca bien marcado, mientras que en las novelas puede intuirse y aparecer como tal algo más tarde. Con tiempo nos referimos aquí a la duración total de las acciones de la novela. Es decir, cuanto tiempo va a pasar desde el comienzo de la historia hasta el final. Es también importante porque muchos lectores pueden sentirse decepcionados si no intuyen que la historia va a tratar sobre un viaje concreto de un personaje y se piensan que van a conocer toda su vida.

Como veis, es importante pensar en estas cosas, pero es recomendable hacerlo después de haber escrito, para añadir, siempre de forma natural y sin forzar la trama, el argumento o la escritura; lo que nos haya faltado. Haced la prueba con las primeras páginas de algún texto que os guste especialmente y nos dejáis el resultado en los comentarios.